No hay espacio para la alegría sino para la congoja, la tristeza, el luto, la conmiseración, acompañamiento y comprensión.
Sufrimos a las víctimas directas, a sus deudos, a sus dolidos y la generalidad de los dominicanos tocados por la más grande tragedia ocurrida en nuestro país en un mismo punto geográfico.
Cada información hiere, cada finado despierta el más profundo dolor, cada tristeza contagia y expande el luctuoso sentir que ya carcome los huesos sensibles de los buenos.
Cuánto dolor colectado, antecedido por la desesperanza y la impaciencia de una suerte de situaciones irreparables y en la que no se podía influir. La desgracia estaba concretada y solo oraciones y súplicas operaban con la finalidad de no ser parte, de pedir que la copa amarga se quitara de nuestra mesa. Pero no fue así. Todos estamos heridos, conmocionados, sin saber que sigue, sin saber sanar.
Hemos llorado por los queridos, por los conocidos, por los que jamás vimos y que fueron subidos a nuestro vagón existencial por efímero tramo. Las lágrimas no alcanzan a la conformidad, las lágrimas no disminuyen el desconsuelo, las lágrimas acompañan nuestro devastado ser impaciente y asustado.
No hay consuelo. Una tragedia impensable y desgarradora que nos marcó y enluteció a todos, una horrorosa realidad que quisiéramos fuera una pesadilla de la quisiéramos pronto despertar, que nos diga que no ocurrió, que solo fue un mal sueño, pero lejos de eso levantamos del suelo a cientos de muertos, cuerpos de los que fugada la vida nos dejó el desconcierto y la eterna afectación.
Ya nada será lo que fue, esto lo cambia todo, la cotidianidad será el sufrir y la reflexión pendiente carece de lógica y solo convoca al miedo y la congoja.
Morimos todos
Viajo en cada féretro, talado en cientos de pedazos, esparcido como polvo en cada finado. Todos tuvieron quien los amó y aman y quienes los lloraran en sus luctuosas realidades, pero el mío, mi llanto no tiene rostros no tiene nombres ni calidades humanas o diferencias sociales, no las aprecia, solo aflora libre y múltidirigido, lloro a todos, mi llanto es extensivo, sumado a aquellos que sufren, porque no hay otra opción posible ante tan luctuosa desgracia.
Valentín Medrano Peña.
Una víctima más.
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